jueves, 3 de diciembre de 2015

LIBRO DE OSEAS

LIBRO DE OSEAS

El primero de la colección llamada de los profetas menores.
Autor y fecha. Se atribuye el libro al profeta cuyo nombre lleva. La fecha se deduce de los reyes que se mencionan en el primer versículo: Uzías, Jotam, Acaz, Ezequías, Jeroboam. En el caso de este último, se trata de Jeroboam II (789–748 a.C.). La mención de Ezequías indica (715–686 a.C.) que el ministerio de O. se extendió más allá de la muerte de Jeroboam II, cuando en Israel reinaron Zacarías, Salum, Manahem, Pekaía y Peka.
Circunstancias. Todo Israel se había apartado del pacto con Dios, dedicándose a la idolatría. En el Reino del Norte (Israel) floreció un culto a Baal. En Judá, el rey Uzías había intentado una reforma. Pero ésta resultó incompleta, porque los lugares altos no fueron quitados. Además, el rey se enalteció intentando ejercer el oficio de sacerdote, por lo cual fue castigado con lepra y vivió el resto de sus días “en una casa apartada” mientras Jotam, su hijo, “tuvo cargo de la casa real” (2 Cr. 26:21). Uzías había encabezado una confederación de estos países para rechazar a los asirios, pero Jotam cambió de política y se acercó a éstos, por lo cual Rezín y Peka le atacaron. En el Reino del Norte, el rey Jeroboam II había desarrollado una era de gran expansión comercial para Israel, que vio aumentada su riqueza. Pero esta prosperidad vino atada a grandes injusticias sociales.
Tras la muerte de Jotam en Jerusalén, le sucedió su hijo •Acaz, el cual se distinguió por un comportamiento impío, llegando a quemar en sacrificio a sus propios hijos (2 Cr. 28:3–4). Eran ya grandes las amenazas de invasión desde Asiria, ante lo cual el rey de Israel, •Peka, y el de Siria, •Rezín, le propusieron una alianza defensiva. Acaz se negó, por lo cual esos reyes invadieron a Judá, le infligieron grandes derrotas y le tomaron muchos prisioneros (2 Cr. 28:5–8). Pero los asirios, aliados de Acaz, invadieron a Israel y Siria, conquistando Damasco y Samaria. La mayor parte del ministerio de Oseas tuvo lugar antes de este último acontecimiento.
Desarrollo. El libro tiene dos grandes divisiones, del capítulo 1 al 3, y del 4 al 14. La primera parte contiene una narración simbólica. La segunda, una serie de oráculos.
En los primeros tres capítulos, Dios elabora una parábola con la vida misma del profeta, el cual recibe la orden de casarse con Gomer, una mujer de malas inclinaciones. Nacen tres hijos, que llevan nombres simbólicos: •Jezreel (“... porque yo castigaré a la casa de Jehú por causa de la sangre de Jezreel”); •Lo-ruhama (no compadecida), porque Dios dice: “no me compadeceré más de la casa de Israel”; y •Lo-ammi (no pueblo mío). Cada uno de estos nombres está relacionado con un juicio de Dios sobre el pueblo. Pero al final, Dios volverá a bendecir a los suyos (“Con todo, será el número de los hijos de Israel como la arena del mar”). Se anuncia la futura unidad del reino de Israel (“... y nombrarán un solo jefe”) (Os. 1:1–11). La infidelidad de Israel es tipificada por Gomer. “Ella no reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la plata y el oro que ofrecían a Baal”. Dios va a hacer juicio sobre ella (“... descubriré yo su locura.... Y la castigaré...”). Pero más tarde la perdonará (“... la atraeré ... y hablaré a su corazón”). El resultado será un arrepentimiento de Israel (“... me llamarás Ishi [mi marido, mi hombre] y nunca más me llamarás Baali [mi señor]). Volverá la comunión con Dios (”... te desposaré conmigo para siempre") [Os. 2:1–23]). Gomer es adúltera, pero Dios ordena al profeta que la busque. Tras hacerlo, Oseas dice a la mujer que estarían mucho tiempo sin relaciones, lo cual simboliza “los muchos días” que “estarán los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin terafines.... Después volverán los hijos de Israel, y buscarán a Jehová su Dios...” (Os. 3:1–3).
El cuarto capítulo habla de la contienda de Dios con Israel, por su infidelidad y corrupción (“Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen”). Los israelitas habían desechado el conocimiento (“Mi pueblo fue destruido, porque les faltó conocimiento”). Se habían entregado a la idolatría (“Efraín es dado a los ídolos, déjalo”) (Os. 4:1–19).
La acusación de Dios se centra en los líderes (“Sacerdotes, oíd esto ... para vosotros es el juicio...”). Luego señala que tanto Israel como Judá “tropezarán en su pecado”. Por lo tanto, el juicio es para ambos (“... yo seré como león a Efraín, y como cachorro de león a la casa de Judá”, hasta que se arrepientan (“En su angustia me buscarán”), diciendo: “Venid, y volvamos a Jehová”. Se insiste en que los israelitas “cual Adán, traspasaron el pacto” (Os. 5:1–15; 6:1–11).
En el reino de Israel impera el robo, la mentira, la borrachera, el adulterio. Los príncipes son los primeros corruptos. Israel actúa como una paloma indecisa, no sabiendo si buscar ayuda de Asiria o de Egipto, las dos potencias al N y al S respectivamente, en vez de buscar al Señor. “¡Ay de ellos! porque se apartaron de mí” (Os. 7:1–16).
La idolatría es la causa final del mal que vendrá sobre Israel (“Tu becerro, oh Samaria, te hizo alejarte; se encendió mi enojo contra ellos”). Los israelitas han desechado los mandamientos de Dios (“Les escribí las grandezas de mi ley, y fueron tenidas por cosa extraña”). Se habían olvidado del Señor (“Olvidó, pues, Israel a su Hacedor”), por lo cual vendrá el juicio divino (Os. 8:1–14).
Los israelitas “no quedarán en la tierra de Jehová”. El profeta anuncia: “Vinieron los días del castigo, vinieron los días de la retribución”. Perderán, por tanto, todos sus privilegios (“La gloria de Efraín volará cual ave”). Se anuncia la dispersión (“Mi Dios los desechará, porque ellos no le oyeron; y andarán errantes entre las naciones”) (Os. 9:1–17).
Siguen los oráculos anunciando el exilio. El becerro que fue motivo de tropiezo “será llevado a Asiria”. En su espanto, los israelitas "dirán a los montes: Cubridnos; y a los collados: Caed sobre nosotros". El profeta les amonesta: “Es el tiempo de buscar a Jehová”. La destrucción de •Bet-arbel por los asirios (o por los sirios, según algunos eruditos) debe servir de advertencia (“... como destruyó Salmán a Bet-arbel en el día de la batalla...”) (Os. 10:1–15).
Dios hace memoria del cuidado que había tenido para con Israel (“... yo lo amé.... Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor...”). Pero ahora “el asirio mismo será su rey”. Con todo, Dios no abandonará a Israel completamente (“... porque Dios soy, y no hombre”), por lo cual promete que volverán del exilio (“... y los haré habitar en sus casas”) (Os. 11:1–12).
Se reitera que el pleito de Dios es tanto con Israel como con Judá. Ambos deben arrepentirse (“... vuélvete a tu Dios; guarda misericordia y juicio”). La prosperidad del Reino del Norte le hace olvidarse de Dios, a pesar de que éste le envía constante mensajes (“... he hablado a los profetas, y aumenté la profecía”). En esta porción se cita dos veces a Jacob (“En el seno materno tomó por el calcañar a su hermano.... Jacob huyó a tierra de Aram...”) (Os. 12:1–14).
Israel, sumido en idolatría, desaparecerá “como el tamo que la tempestad arroja de la era, y como el humo que sale de la chimenea”. Pero Jehová reitera que es su Dios “desde la tierra de Egipto”. Como se olvidaron de él en su abundancia, Dios será para ellos “como león; como un leopardo” que los acecha. Con todo, Dios los redimirá de la muerte (“Oh muerte, yo seré tu muerte”). Pero “Samaria será asolada” (Os. 13:1–16).
Israel debe arrepentirse (“Vuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído”). Dios promete: “Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia”. Y entonces vendrá la gloria de Israel (“... florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano.... florecerán como la vid”). Entonces Israel dirá: “¿Qué más tendré ya con los ídolos?”

El libro termina con un llamamiento a los entendidos y prudentes (“Porque los caminos de Jehová son rectos, y los justos andarán por ellos, mas los rebeldes caerán en ellos”) (Os. 14:1–9)
.Lockward, A. (2003). Nuevo diccionario de la Biblia. (página 777). Miami: Editorial Unilit.


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